Fotomontaje: La diosa de la duda, por Edwin Colón 2016
En el mundo de los sueños también hubo diluvio. Mientras que en el mundo mortal se construyó un arca para salvar a los elegidos de la furia de los mares, mi mundo fantástico no corrió la misma suerte. Todo quedó como en el principio, solamente energía y luz. El hada de la Nada volvió a reinar en el vacío. De pronto, cientos de polvos cósmicos danzaban entre el recuerdo de los unicornios que se amaron sin reservas.
La diosa Imaginación volvió a brillar más y más según iba aumentando el ritmo de las partículas multicolores, que bailaban ante el canto a capela del espíritu de la navidad. Sobrevivió a la inundación junto a las deidades de la Imaginación y la Esperanza.
Imaginación dejó escapar decenas de hilos de luz de su minúsculo centro y al final de cada uno fueron reapareciendo hadas, duendes, unicornios, centauros, libélulas, sirenas, dragones, brujas buenas, caballos alados, árboles parlantes y magos. Al guiñar uno de sus ojos luminosos se repoblaron los sueños con miles de seres fantásticos. La duda fue exilada del mundo onírico. Ella recibió asilo en el mundo real. Nunca regresó a su lugar de origen. Fue bien acogida por los mortales. Le construyeron altares de oro y plata y la veneran como un ser divino.
Cada vez que estés indeciso, deshojando margaritas, en cada pétalo escucharás el gemido de la duda creando el temor a los que jamás serán felices por acobardarse ante lo desconocido. El amor no es un acertijo, no tienes que decodificarlo, solo disfrutar y sentirlo…
Desde las olas del mar hasta el borde del precipicio en la punta de la montaña, así pesa el escalofrío de una presencia no identificada precipitándose con una velocidad incalculable al portal del hogar que te pertenece.
La falta de seguridad resplandece con ánimos de socorro, las llamaradas de bengala no atraen ni a los carroñeros más curiosos y el temor se apropia deliberadamente del momento.
Sollozos con marca de desesperación empiezan a brotar de tu íntegro y valiente ser, dejan el orgullo atrás y descienden hasta un nivel de inocencia que no te deja pensar, solucionar. —¿Qué prefieres hacer ahora?, te pregunta silenciosamente tu consciencia. La criatura que te espera detrás de la puerta que te «protege» no es más que otra tarea que tú puedes vencer, parece imposible… Lo sé. Pero ¿acaso no has logrado combatir con 10 males comunes al mismo tiempo, que superan esta calamidad desconocida? —Yo, sencillamente no puedo. ¿Qué es eso que está gritando afuera? No tengo ni idea, no poseo espada ni luz de escudo para defenderme, solo deseo huir, ¿o acaso no lo entiendes?
—Las soluciones no son despachadas, la adrenalina sube al borde de tu armadura de carne pero no la aprovechas, se disuelve como la estrella que pestañea frente a ti antes de morir. Si decides quedarte al borde del precipicio o luchar entre las olas del océano en plena tormenta, solo te pido que no desfallezcas. Tú puedes sobrevivir un poco más, está en tu fuerza.
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