Vivo en paz con el aire, junto a la brisa mi calma llega a cualquier alcance. Mientras viajo con los vientos, el fuego me dirige con su infinito combustible; nunca hiere, solo me impulsa con fuerza hacia adelante.
Cada sendero te enlaza en su cierre a un nuevo e inesperado destino.
Con las llamas me traslado hasta el elemental dormido, ese que en breves instantes pasa de la calma a lo salvaje; a pesar de todo yo al agua no le temo, solo le guardo admiración y genuino respeto, me seduce con su abrazadora humedad que siempre acaricia las pieles, las torna color cristal. Por ella me dejo llevar, su marea me pilotea, y si me dejo descuidar, su impecable fuerza a las profundidades me secuestrará.
Ojos cerrados, memorias reprimidas. Mi mente se despierta sobre la orilla de una playa serena, aparentemente desolada pero plagada de secretos. La arena brilla, se siente cálida pero no enciende brasas en mi cuerpo. La prosa en pausa, poco a poco recupero el aliento; se desemperezan las extremidades, los choques de marea contra tierra empiezan a vibrar en mis oídos. Escucho susurros curiosos que no parecen provenir del cielo, del mar o el calor que me afecta, tampoco parecen provenir de algún lugar particular en la brújula de mi presencia.
Sin embargo, guardo mis sospechas de que el origen de las voces anónimas surge directo debajo de mí. La tierra susurra y es claro que de mí espera respuestas, acciones, conexiones con la esencia elemental, o al menos eso me permito pensar.
Todo retorna a la tierra, hogar de la vida. A medida que muchas cosas crecen de ella, otra materia regresa para renacer. Fuente de canje entre los elementos, baúl de alquimia y epicentro de los ejes que mantienen los ciclos en eterno equilibrio.
En presencia del astro amarillo a mis baterías carga nunca faltará, y aunque los velos negros se impongan al final de cada tarde, mi cáliz de energía siempre vibrará en búsqueda de otra fuente de luz para alimentarse.
La curiosidad me lleva hasta la luna y en ella encuentro la virtud del balance, mi perfil cambia y simulo el rol del mar azul que a los movimientos del satélite plateado responden sin dudar como si de su capitán se tratase. El gran compás lunar lleva el timón de los océanos, marca con su presencia una cadena única de frecuencias por todos los puntos que ocupan la tierra, que viajan en el aire, procrean el fuego y cementan la química del trueno. A todos nos agita, de principio a fin, durante la vida hasta la muerte, y más allá.
Te diré un secreto que pocos aceptan, nunca deja de haber luz incluso al final del túnel.
Encontrar un guerrero(a) especializado para usar El Pentagrama.
Llevar al guerrero elegido al corazón de Blacks Gaea para obtener El Pentagrama.
Volver a Córdoba y enviar al guerrero elegido con El Pentagrama para iniciar con la fase dos de la misión: «Ángel 02».
***
El viejo y experimentado Jacob ya iba por el segundo objetivo de la misión. El guerrero a quien había elegido era Jenny Pascal, una guerrera elemental del agua que estaba entrenando en las artes de la luz muy cerca de Córdoba.
Llegaron a Blacks Gaea mediante el portal de Jacob, y para llegar al corazón de la tierra tenían que viajar mucho en dirección al oeste, pues llegar allí no era nada fácil. Caminaron muchos días y pasaron por muchos pueblos y también por muchos obstáculos en cada desierto que cruzaban, pero gracias a la escolta de Jacob, no tuvieron problemas para pasar. Finalmente, cuando ya tenían la entrada al corazón de Blacks Gaea a la vista, solo quedaba un reino por atravesar.
Ese día empezó a llover, y al pisar la tierra que se veia árida y desértica, se descubría una tierra negra y humífera.
Al atravesar el reino se encontraron con unos sacerdotes que iban escoltados por una compañía de al menos 100 soldados armados con nada más que alabardas, sin escudos.
Cuando vieron a Jenny y a Jacob, los sacerdotes rápidamente pidieron al capitán que detuviera a todos, y este así lo hizo. Luego, la sacerdotisa mayor le pidió al capitán que recibiera a Jacob y le pidiera permiso para que ella pudiera hablar con él. El capitán se acomidió ante la solicitud, corrió hacia Jacob y se puso en posición de firmes con el respectivo saludo militar:
—¡Buenas tardes, comandante! Capitán Kirchhoff a sus órdenes, puedo preguntar, ¿a qué se debe su grata visita?
—Buenas tardes, Capitán —contestó Jacob amablemente—. Estoy en una misión especial, sólo eso puedo informarle.
—Entiendo —asintió el capitán—. Señor —repuso—, la sacerdotisa mayor solicita que los recibamos a usted y a su acompañante. Dicen que necesitan hablar con ustedes.
—Aceptaremos su hospitalidad, pero por ahora no tenemos nada que hacer con nadie de este pueblo —insistió Jacob, cambiando la mirada de amable a una fija hacia el grupo de sacerdotes.
Jenny se quedó perpleja y, para esto, la sacerdotisa ya había avanzado hacia ellos.
—Usted debe ser el Gran Jacob Dragonheart del que hablan las leyendas —dijo la sacerdotisa con un tono muy amable—, héroe de guerras y vencedor de grandes bestias, lo admiramos. Pero con todo respeto debo advertirle que su tiempo aquí debe ser corto, deben marcharse en cuanto antes.
—¿Pero qué? ¡¿Por qué?! —exclamó Jacob, enojado.
—Venga, vamos al templo y le explico con toda calma —le respondió la sacerdotisa mientras le tomaba la mano al viejo cascarrabias de Jacob tratando de calmarlo—. ¡Está lloviendo como nunca!, eso es bueno para la tierra, pero nosotros ya no queremos seguirnos mojando —finalizó.
En cuanto la sacerdotisa mencionó lo de la lluvia, la cara de Jacob cambió de inmediato. Entonces le pidió que se apresurara y que lo que tenía que explicarle se lo explicara rápido y en privado. Y así fue; llegaron al templo, los recibieron con mucha hospitalidad y uno de los clérigos guió a la sacerdotisa y a Jacob a una sala privada.
Mientras Jacob y la sacerdotisa hablaban en privado, Jenny era atendida por las jóvenes del templo. Todas ellas la miraban con mucha atención, sus caras eran como de encanto y sorpresa al mismo tiempo.
Jenny conversaba con algunas de ellas sobre el templo, lo que estudiaban y en pocos minutos se empezaron a conocer. En eso, un grupo de ellas comentaba algo aparte:
—Dile tú.
—Nooo ¡Tú!
—No, yo no.
—Ay no, me pongo nerviosa…
—Tú, Laria, tú eres la más inteligente.
—¡Ay ya! Yo le digo. —Se levantó Laria.
Entonces Laria se acercó a Jenny y le preguntó:
—¿Sabes? Hay algo que aún no te hemos dicho, pensé que sólo era yo, pero todas pensamos lo mismo… por eso es que nos veías cuchichear a ratos.
—¿Y era sobre mí? —inquirió Jenny.
—Sí, pero nada malo, no te preocupes, es solo que nos ponemos nerviosas porque no eres de aquí y no sabemos cómo lo tomes… lo que pensamos de ti.
—¡Dícelo, dícelo ya! —exclamó una de ellas mientras se amontonaban y se sentaban en la alfombra alrededor de Jenny.
—¡Bueno ya! —dijo la atrevida Laria—. Es que nos sorprende que una guerrera tenga ese espíritu tan apacible, y tu armadura nos recuerda a la diosa Blacks Gaea de la que hablan nuestros libros…
Entonces las jóvenes le contaron sobre el nacimiento de Blacks Gaea, su tierra madre.
—Cuentan las antiguas leyendas que la diosa madre creó la tierra y luego descansó en su corazón: el corazón de Blacks Gaea, ¡a donde ustedes van! —dijo Laria emocionada—. Y muchos años después, encarnó en una mujer valiente y de gran carácter, de brazos fuertes y caderas anchas. Y su nombre fue Eamy Blacksmith…
—¿O sea que Blacksmith es un apellido? —interrumpió Jenny.
—Sí, claro que sí —le contestó la joven.
—¿Y ustedes creen que yo soy esa Eamy? —preguntó Jenny.
—No precisamente, quizás eres su hija, su elegida. Dime, ¡viniste aquí elegida por Jacob! ¿Cuál es tu misión?
—No puedo decirlo, es secreto. —Se encogió Jenny.
—Mmm… —pensó Laria.
—¿Vienes para pelear al lado de Jacob y los otros guerreros legendarios por el control de todos los reinos? —preguntó otra de las jóvenes—. Porque las profecías dicen que a cambio de un guerrero elegido, vendrá de otro mundo una gran guerrera con poder y gran gloria y vencerá a todos los guerreros legendarios y tomará el control de todos los reinos de Blacks Gaea a conforme lo haga el guerrero elegido en otros mundos.
—¡No seas morbosa! —le interrumpió Laria.
—¡No! Sí es cierto, porque decían que llovería por fin en estos desiertos. —corroboró otra.
—Pero esas eran las profecías del Rey Edipo de Solaris, que fue asesinado por el mismísimo Jacob que habla ahora con nuestra matriarca —aclaró Laria—. ¡Te falta leer más, querida…! ¡Ah sí! Eso me faltaba contarte, pero estas me interrumpieron. Luego de que la diosa encarnara, la tierra empezó a generar fenómenos sin orden y sin sentido, entonces la diosa puso sus puños en la tierra y dio a luz un hijo que en el idioma primitivo se pronuncia Balzak o Balsac… ¡como sea! y significa «La Razón» o el razonamiento, y gracias a él hubo orden en estas tierras, se formaron reinos y hubo paz, se estructuró una jerarquía de régimen militar y él fue el primer General. Y al mismo tiempo otras leyendas decían que Balzak tendría una hermana, porque haría falta equilibrio; pero nunca se supo nada de ella… y pues, lo que pensábamos todas, a excepción de esta morbosa, es que tu serías esa hermana perdida que aparecería.
Y todas empezaron a hablar:
—Yo leí que habría un gran terremoto… pero no ha pasado nada…
—Creo que por eso mismo la matriarca quiere que se marchen.
—Dicen que Jacob es el hermano gemelo de Balzak.
—No, Jenny sería su hermana.
—¡No!, Jenny debería ser la elegida, ¡se ve muy fuerte!
—Sí, porque Jacob es un viajero del tiempo… Porque… porque mató al Rey Edipo y también ganó muchas guerras antes de que naciera Balzak.
—Otros dicen que Jacob es un demonio…
—¡¡¡Ya bastaaa!!! —exclamó Jenny levantándose—. Menos mal que no estaré por mucho tiempo aquí, buscaré a Jacob y le pediré que me saque de aquí en cuanto antes. ¡Y si es que se puede, solo tomaré El Pentagrama, me iré y no pasará nada!
—¿El Pentagrama? ¿Vienes por un pentagrama? —le preguntó Laria mientras que un súbito silencio inundó toda la sala.
—Ups… —dijo Jenny, encogiéndose de hombros.
—Aaahhh… con razón que vienes escoltada por Jacob… si no no sería tan sencillo tomar uno de los tesoros del corazón de Blacks Gaea. ¡Ahora todo tiene sentido! —exclamó Laria con ese brillo en los ojos que le salta a alguien cuando termina un rompecabezas.
—Si tan solo nos hubieras dicho eso desde el principio… ¡y no nos hubieras hecho especular tanto! —mencionó otra, tratando de aguantarse la risa—. Ja, ja, ja.
—Esos pentagramas suelen ser muy poderosos, pero en las manos correctas; pues alguien como Jacob no podría hacer nada con ellos. Ahora vemos por qué te eligieron, tú eres el elemento perfecto para ese tipo de armas —dijo Laria a Jenny, mientras se ajustaba los anteojos con el dedo índice.
—Bueno, espero que estén contentas de saber por qué estoy aquí —finalizó Jenny, retirándose de la habitación en busca de Jacob.
—Espera, quieras o no, una de nosotras debe escoltarte, es nuestro deber serviros —replicó Laria, levantándose y tomando distancia a lado de Jenny.
—Gracias —dijo Jenny, aceptando los servicios de la joven.
Mientras se iban a buscar a Jacob a la otra sala, Laria miraba con mucha atención a Jenny y pensaba: «¡Esta es una guerrera muy fuerte! Me pregunto por qué no será la elegida, o por qué viene a una misión tan simple como tomar un Pentagrama con la escolta de Jacob. Voy a terminar mis estudios aquí y me enlistaré para ser una de las guerreras más fuertes… ¡Seré más fuerte que Angeline! ¡Y más fiera que Jacob! Quizás llegue a ser la guerrera elegida, o quizás la guardiana que enfrente a una elegida. ¡Quiero ser eso que de equilibrio a «La Razón» de Blacks Gaea…! No sé realmente a dónde me lleven las oportunidades, pero quiero estar entre los mejores y ¡mi esfuerzo me llevará muy lejos! Quiero ser elegida por el espíritu de Blacks Gaea… quiero poner equilibrio a su «Razón». Quiero reinar o ayudar a reinar esta tierra, ¡quiero poner a prueba a guerreras fuertes como esta!».
Lo que les voy a contar es pura imaginación, pero les juro, por lo más santo (eso de jurar por lo más santo es de mi madre) que si tuviera el don de leer las mentes, de seguro que todo lo que aquí diré fue la verdad y, saben los dioses, que nada más que la verdad.
El domingo, 27 de septiembre de 2015, gran parte del planeta podría disfrutar un maravilloso eclipse lunar. Pero esta vez, al acercarse más la Luna llena a la Tierra y alinearse con mayor precisión junto a esta y el Sol, se vería más grande y más brillante. Esa noche según la Luna atravesara el umbral de la sombra que produce la Tierra, comenzaría a verse de color naranja y rojiza, la llamada superluna. Un eclipse total de la Luna junto a una superluna no ocurría desde que tenía 21 años y no se repetiría hasta que tuviera más de 70.
Esa noche, como todos los domingos, cenábamos con la familia en casa de mi madre. A la mesa nos acompañaban dos invitados muy especiales, de esos que producen mucha paz y una gran felicidad. A partir de las 9:07 de la noche en que el eclipse parcial arrancaba con su espectáculo sentí que algo extraño me pasaba, algo intangible, algo que me cuesta trabajo describir; algo real que ocurría, pero no se veía, como algunos dioses, que se sienten pero no se pueden ver, era sensación, emoción, algo espiritual. De momento no lo relacioné con nada que no fuera la buena compañía, el buen vino y la buena comida. Ya a las 10:11 de la noche, cuando aún sin haberlo visto el eclipse se encontraba en su fase total, algunos tratamos de convencer al resto de que fuéramos al Morro al disfrutar del fenómeno en su máximo esplendor. Creo que fue la pereza que resulta de la experiencia espiritual la que producía esa sensación en algunos de preferir la cama cómoda y la buena compañía en ella. Acaso tienen razón los que dicen que la Luna llena tiene virtudes y propiedades particulares, lo cierto fue que regresamos a la casa.
Al salir de la casa de mi madre el color de las pasiones se había apoderado de la mitad de la Luna. Todo el camino de vuelta a la casa nos la pasamos admirando desde el auto el espectáculo de la Luna cerca, muy cerca, y roja y naranja, extremadamente roja y naranja.
A las 10:47 de la noche, cuando llegamos a la casa, una vecina acompañada por su hijo —parada en medio de la calle con copa de vino en mano— contemplaba el espectáculo en su mejor momento con un cómodo vestido largo negro, de esos de telas suaves que visten naturalmente los cuerpos, de los cuales sería un gran pecado llevarlos puestos con ropa interior. En un breve muro de apenas dos pies de altura y seis pulgadas de ancho y que separa el edificio de apartamentos donde vivo de la acera contigua a la calle, una pareja de amantes se disfrutaban la luna de una manera tan romántica y erótica que hablaban, sin decirlo, todo cuando les ocurría en su cabeza. Admiramos la superluna, ahora en su fase total y de manera casi etérea, sutil, vaporosa, subimos a nuestro piso.
Lo que les voy a contar ahora es la pura verdad, pero les juro, por lo más santo (eso de jurar por lo más santo es de mi madre) que si no hubiera tenido por unos minutos el poderoso don de escuchar las mentes, como lo tuve, de seguro que todo lo que aquí diré pensarán ustedes que fue pura imaginación y, saben los dioses, que es la verdad y nada más que la verdad.
Sentado en mi butaca donde suelo leer, separado de los amantes por tres pisos de altura y un ventanal de vidrio, empecé a sentir en mi mente lo que aquellos dos amantes sentían, empecé a escuchar sus mentes. Él estaba recostado sobre el muro con todo su torso y su cabeza y con las piernas flexionadas hacia el pecho y los pies puestos sobre el muro, creaba un balance que le permitía estar acostado boca arriba, como levitando, a dos pies sobre el nivel del piso. Ella, frente a él, estaba recostada de espaldas sobre sus piernas, tirada hacia atrás. No decían palabras, admiraban el espectáculo y la Luna Roja los quemaba de una pasión estremecedora. Estaban embriagados de Luna.
Siendo un hecho científicamente comprobado, para mí estaba claro el efecto de la Luna sobre las mareas pero admito que siempre, hasta esa noche, el efecto Transilvania, ese que postulan los buenos y los malos brujos, más que un mito me parecía una buena historia para una fogata de niños acampadores.
Yo los podía escuchar en mi mente.
—¡Cuánta alegría me produce esta mujer!
—¿Se habrá dado cuenta este hombre de este sentimiento que me llena, que me angustia y que ya no aguanto?
—¡Qué ganas incontrolables tengo de agarrar su mano y caminar con ella!
—¿Cómo le digo a este hombre que en mi corazón hay un espacio que es solo suyo?
—¡Qué ganas tengo de acariciar el rostro de esta mujer!
—¡Esta euforia me tiene fascinada!
A las 11:23 de la noche, cuando la superluna llegó a su máximo esplendor, los amantes se levantaron del muro. Ya no escuché más lo que pensaban en sus mentes. Él la acompañó hasta el auto de ella, aguantando sus ganas de tocarla, y la despidió con un beso en la mejilla, deseando más que nunca besar sus labios mientras acariciaba su nuca y su cabello. Ella no pronunció más palabras, recordó el ciclo lunar de 28 días y se sintió fértil y muy contenta con una euforia interna y a la vez controlada que sentía.
El miércoles, 30 de septiembre de 2015, volví a escuchar a los amantes. Los sentía cerca, muy cerca, él jadeaba, ella se reía a carcajadas.
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