Esta es otra historia de Jacob, mucho antes de ser héroe y de lo acontecido en Efecto mariposa:
Jacob cursaba el sexto año de primaria; a ese nivel, en aquel mundo oscuro al que pertenecía, recién aprenden a calcular raíces cuadradas. Un buen día, su maestro da la clase a todos sobre este tema y luego envía la tarea.
Al llegar a casa, Jacob realiza la tarea, pero descubre que ninguna de las raíces que obtiene es correcta. Al ver esto pide ayuda a su padre, y cuando él le ayuda a hacer los procedimientos respectivos paso a paso, Jacob le corrige:
—Papá, ¿por qué vuelves a multiplicar el primer resultado?
—¡Ah! Ahora sabemos por qué tienes todas incorrectas, te falta este paso —respondió.
—Pero el maestro no dijo que debíamos multiplicar.
—¡A ver! —replicó el padre de Jacob.
Con calculadora en mano comprobaron las raíces que obtuvieron con el paso que su padre añadió a la operación, y las raíces coincidían. Probaron la raíz que obtuvo el profesor en clases… y presentaba error.
—Entonces lo haré así —dijo Jacob con mirada agradecida.
—Le dices a tu maestro —inquirió su padre.
—¡¿Qué?! —gritó Jacob con aire residual.
—Sí, debes corregir el error y ayudar a que tus compañeros aprendan bien.
Jacob inocentemente aceptó el consejo de su padre, y al siguiente día presentó la tarea. Sus respuestas obviamente eran diferentes a las del resto, a lo que su maestro se apresuró a preguntarle:
—Comprobaste tu respuesta con calculadora, supongo. ¿Qué hiciste diferente para obtener esas raíces?
—Para obtener el factor del segundo escalón hay que multiplicar de nuevo ese valor por el anterior.
—Ya veo —recapituló rápidamente el maestro—. ¡Atención todos! —Se levantó y pasó a la pizarra.
El maestro volvió a dar la clase y a explicar el proceso de obtener una raíz con este nuevo paso, el cual era añadir una operación más. Jacob regresó a tomar asiento, al voltear, vio a una gran parte de sus compañeros mirándolo de forma amenazadora, y al hacer gesto de «¿qué sucede?» el más rudo de la clase responde:
—Más fácil era como el maestro nos enseñó.
—Sí, por tu culpa ahora es más difícil —añadió una niña.
El maestro los silenció e insistió en que esa era la forma correcta de obtener una raíz. Aún silenciados, la clase terminó con más de la mitad del salón enojados con Jacob y prefiriendo «el proceso anterior».
Jacob aprendió que puede cortar el error de raíz, pero que no conviene intentar cortar el error de otros; si lo haces, te ganarás su desprecio… al menos en aquel mundo oscuro y horrible donde él existe.

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