Se precipita
la mezcla,
la solución,
la pócima.
El peso grave
espesa el fondo.
La química
— en el vaso maloliente de las horas —
añeja el vino
en ácido.
La esencia
trastoca
con precisión de alquimia.
No deja rastros.
Y aunque
mudan en oro
se vuelven plomo
las palabras.