Transitar…


Estancias vitales que rememoran palmo a palmo nuestro presente,
nuestro pasado, pero que sigilosas e inciertas nos conducen al futuro.
Memorables e infalibles sensaciones de felicidad,
de nostalgia, de ternura, de paz.

En el momento exacto, dos suspiros reavivan la agilidad vital,
la sagacidad del quehacer cotidiano, de este solemne transitar.
De ese trajinar perecedero, amalgamado de tristezas y alegrías.

Transitar exquisito, de apaciguadas y afables emociones,
de delirios, de certezas, de amor, de locura, de pura vida.

Cadena de reciclado


Estaba decidida
a tirar los duelos
que arrastro
a la basura.
Pero al llegar allí,
me dieron tanta pena
que los reciclé.
En el azul,
puse todas las tristezas orgánicas
que olían fuertemente a podrido.
En el amarillo,
puse todas las precauciones
que me habían embotellado
en inseguridad.
En el verde,
tiré todos los miedos,
racionales e irracionales
y me quedé escuchando
cómo se quebraban.
Imagino que se partieron
en más de mil pedazos.
Al llegar a casa,
sabía
que aún quedaban
muchas vueltas que dar.

Cansado de esperarla


Ella está detrás de la puerta. Tan callada como siempre. Logro sentir el calor de su aliento. Y esas gotas condensadas sobre la superficie me trastornan. ¿Acaso es el sudor nervioso que se cuela a través de las rendijas de la madera vieja? ¿Lágrimas? No, no la creo capaz de llorar. Mucho menos que se arrepienta después de tanto provocarme. Solo escucho el eco del silencio. Ese que la distingue de las otras. Toco el picaporte enmohecido. Está aún más frio que mis manos arrugadas. Mis dedos bañados de gasolina se resbalan al tratar de abrir la aldaba. Ni una palabra, ni un suspiro. El temblor de mi cuerpo oxidado no deja que prenda el fósforo. Otro intento fallido, seguiré postergando mi suicidio. Mañana cumplo noventa, y esta es la segunda vez que fracaso en menos de dos meses. A la tercera, será la vencida. Quizás pueda abrir la puerta y encontrarme con ella frente a frente.

Mis amigos artistas de Saltoalreverso vuelan muy alto…


NuevaTodos tenemos la capacidad para volar, unos más que otros, pero con creatividad podemos hasta borrar tristezas y en su lugar, dibujar esperanzas. Ayer de una manera insospechada fui mojado por una lluvia de hojas secas cuando caminaba descalzo por la calle de mi vecindario.  Aunque no salpicó mi cuerpo la garúa, el sudor de las hojas, sí me enterneció el espíritu. Nació la musa.

Fotografía Edwin Colón 2015