Ruego


Quiero acabar con todo de golpe,
arrancar del calendario las hojas de mi vida
hasta llegar a la última, aunque esté en blanco.

Terminar de escribir unas odas sin sentido
y callar mi canción desafinada.

Quiero matar al horizonte vago
que prometió replantar en mi ser 
nuevas victorias,
triunfos incomparables
y solo fracasos veo.

Llévame muerte al silencio eterno
Donde nadie reparará si existo o no.

Arrástrame, destrúyeme, tírame al fondo del mar,
no sé nadar, será fácil. 
No prestes atención a mis lágrimas,  
no son de miedo, son de dolor.
Pixabay.com

What remains?


«Cuando la guerra termine,
¿qué será de los caballos lisiados,
de los carros rotos
y de los soldados muertos?».
Cleopatra, la alquimista

I

¿Acaso puedes recordar
cuando luchamos
por recuperar nuestra salud?

¿Acaso puedes recordar
cuando anhelamos recuperar
nuestra juventud mal invertida?

¿Acaso puedes recordar
lo que queda de ti,
o qué queda de mi?

II

No puedes,
te es imposible.
Los muertos no recuerdan.

Solo los vivos
estamos condenados
al suplicio de recordar.

Solo los vivos
sangran de los pies
por caminar sobre sueños rotos.

III

Solo los vivos
son erosionados
por el paso del tiempo.

El tiempo es un enemigo implacable
que ya me ha derrotado.
Y que me derrota día tras día.

El tiempo fue cruel contigo.
Te obligó a hacer el nudo de la soga
con la que te mataría.

Ausencia


Dejaste el vino.
Te busqué en los restos
de todas las copas.

Echo de menos


Benjamín Recacha García
Foto: Benjamín Recacha García

Saciado de vacío.

A veces es como me siento.

Y entonces lo que más echo de menos

son las caricias y los besos.

Y las risas;

cómo echo de menos las risas.

Y los silencios compartidos.

Porque el estruendo del silencio en soledad

me perfora el alma.

A una persona


Nos conocimos un verano,
hace más de tres años
y uno desde que te has matado.
Era una tarde larga y tenaz, de esas
que convierten en cazador al Mediterráneo.
Apenas eras un familiar lejano. Te sudaba la mano
que me estrechaste y tartamudeabas en el sofá.
Parecías memo, un cateto. Ya ves,
no hay encuentro sin condena.

Un día me dijeron que habías muerto.
No había vuelto a pensar en ti
y fueron necesarias algunas preguntas
para asegurarme
que fueras tú, el finado.
Dijeron que te dejaste morir solo en el campo,
en una casa lejos del mar
y que del cuello te colgaban los zapatos.

No se explican qué pasó por tu cabeza
antes de ponerte la cazadora y despedirte de tu mujer,
conducir veinte kilómetros y aparcar bajo el madroño
para después entrar en la cabaña y encender el televisor.
Por las arrugas que dejaste en el sillón,
tuvo que pasar un rato antes de que hicieras café
—dejaste el vaso a medias en la cocina—
pasaras la cuerda por la viga y te subieras a la banqueta
para que el frío acudiera a tus pies.

Y solo eres real desde entonces, como si la longitud
de tus años anteriores no superase tu cuerpo alargado.
Y pienso ahora en nuestro apretón de manos,
en tu sudor recorriéndolas,
y cómo el vacío era más importante
que el aire que llevabas dentro.

Miembro fantasma


dicen los soldados

que han perdido un brazo o una pierna

que todavía pasados muchos años

les duele

les pica

incluso sienten cómo se mueven

sus dedos

o los rayos del sol

en la piel

hasta hay veces que notan

cómo se posa alguna mosca molesta

en ese yo ausente

así, de esta manera, es cierto

que pueden vivir

sin él o sin ella

pero también es cierto

que no hay día, hora, minuto que no se acuerden

de ellos

—aunque sea de una manera inconsciente—

siempre

imagino que a esta altura de poema

ya sabrás

que no te estoy hablando de soldados

Ante el vacío


Abandoned Architecture Old Empty Wall Building
Fuente: Max Pixel

Se aproxima el instante,
se acerca el momento.
Que no es precipicio,
tampoco es tormento.

Buscando el silencio
se encuentra ese muro,
derribarlo ya quiere,
un deseo tan puro.

Tras esa pared
el vacío amenaza,
agujero inminente,
el hueco atenaza.

El miedo a la nada
impugna el sentir,
el pavor al vacío
le impide insistir.


© Fabio Descalzi, 2017.