
Vuelo en una dimensión desconocida. Me acerqué porque me pareció ver una superficie nítida, casi transparente, como una cortina de agua que se hubiera detenido en el tiempo. Después me percaté que se trataba de eso que los humanos llaman ventana. Era una ventana que acababan de limpiar, así que poco faltó para que me estrellara contra el cristal, de no ser porque el reflejo del sol me hizo frenar en seco.
Cuando me acerqué, estuve husmeando a través del cristal, lo admito. Pero es que allí dentro parecía que lo estaban pasando fenomenal unas pequeñas crías de humanos, mientras la madre los miraba corretear por todo el salón como unos ratoncillos y reía y aplaudía con ellos. No era la primera vez que observaba la vida de los humanos tan cerca.
De pronto, un espantoso ruido me sobresaltó sin darme tiempo de reaccionar. Todo quedó completamente oscuro. Una especie de capa protectora de la ventana descendió detrás de mí, sin darme oportunidad de alejarme. En otras palabras, quedé atrapada en la penumbra, sin salida. El instinto me hizo moverme sin rumbo fijo, pero lo único que conseguí fue estrellarme contra la ventana y esa capa protectora, una y otra vez. De tanto golpearme tengo el aguijón un poco inflamado y un chichón en mi cabeza.
A ratos muevo las alas por esta dimensión desconocida para desentumirme, pero cuando me topo con los muros de mi prisión, tengo que parar. Solo espero que, en algún momento no muy lejano, estos humanos vuelvan a despejar la ventana y entonces podré volar libre, eso sí, con la lección aprendida.
Debe estar conectado para enviar un comentario.