De tu boca a la mía

hay una distancia esdrújula,
como esas moscas incómodas
de las callejas oscuras
de nuestra ciudad.

Al garbeo entre ellas,
no resulta abrupto
darse cuenta de todo el amor
que nos ha robado la edad.

Como si coincidir sirviera
de boca sudadera
al caramelo adelgazante
de la vida.

Porque una coincidencia
varía aguda
el ángulo obtuso
de tus labios,
la amplitud del pecho,
y la transpiración
de pies y manos.

Cuando coincides,
las pestañas se suicidan,
como un juego romántico
que te da el aire,
como una bala instalada
en el cerebro
sin perforarte el cráneo.

Eso por no hablar,
de la insaciable virginidad,
que pierdes en la piel,
cada vez que te vistes.

 

Enrique Urbano.


Te escribo y ni cuento te das.


apago el nombre, la luz y el fuego

comprendo la voz equívoca de tu silencio,

alguna flor amarilla buscándose en el espejo

y mi falta de cordura para decir te amo

cuando no hace falta escribirte tanto

Realidad reversa de salto alterno


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Salto.
Y al reverso.
Salto siempre subiendo
y alcanzando cotas. Y subiendo a través
de peldaños que van escribiendo poemas,
y armando fotos de colores
de imágenes que hacen pensar.
Salto.
Y al reverso.
Imaginado desde una esquina, o desde una silla
que mira al techo en una pieza mexicana.
Por una chica binombre,
que ríe siempre que ríe
en ello por ello y con ello.

Salto que observado dentro de un mapa,
se va propagando hacia Europa,
hacia confines que va heredando,
hacia fronteras que va traspasando.
Salto.
Y al reverso.
Como un globo almacenando alimento caliente,
inmensamente bañado de noticias que no son tales,
y de palabras frontales,
informales, huecos de todo lo que aún no se ha dicho.

Salto porque sí.
Que no solo cae sino que va creciendo,
en un aire que lo merece y que cuando no sube lo extraña.
Salto.
Y al reverso.
Realidad reversa de salto alterno.
En cualquier caso mejor que mortal.

A Carla Paola, que ayer me puso contento.
Muy contento con su contento real, uno de los que empapan.

Escrito a las 12.40 del mediodía en Karlsruhe, una bonita ciudad en medio de la Europa parte del mundo.

Un sábado a las nueve


Un sábado a las nueve,

una bota entre la yerba

respirará despacio,

me agitarán sus sueños,

tú y su voz anquilosada

podrán desplegar mis parpados.

 

«Y el suelo de aquella bota será como un fragor.

Slap¡ Glup¡ Bang¡ Qué se yo, un sueño afuera de otro sueño.»

 

Un sábado a las nueve vendrá el deseo, caminaremos juntos,

seremos viejos amigos que se enamoran de la misma mujer.

Verde y negro


Se arranca con empezar lo que acabó
y se termina acabando aquello
que ha de empezar.
No hay finales perdices,
ni felicidad capaz de alimentar
toda la eternidad.

Hay tiovivo,
noria descapotable,
factoría constante de vahídos
que te devuelven,
una vez y otra más
exactamente a ese mismo lugar.

Hace falta mucho más que tiempo y coraje
para saltar desde lo más alto del carrusel,
puentear un coche de choque,
y salir a toda prisa,
huyendo del becerril rebaño
de todos esos hombres.

Pero una vez fuera…
¡Ah…! justo tres cuartas por encima
de tu planeta,
sobre dos quintas de mi universo,
entre los astros,
tú alma, puede bajarse la bragueta.

Dormirse hasta el verde del próximo semáforo,
dentellar el verde de los postes,
pastar el verde de los prados,
inhalar el verde de los campos…
tú alma, deja de ser gris,
y es verde.

No es esperanza, es verde.
Es el verde que no tiene la gente,
es el verde de hoy,
el verde de la ignorancia deliberada,
el verde, sin el negro que sería saber ya hoy
de qué color será el mañana.

Enrique Urbano.

El místico


Hoy vi… dos fantasmas… noctámbulos, callejeros…… o, no sé si era el mismo que caminaba por la banqueta primero de ida y después de vuelta… cuando yo primero iba de vuelta, después de ida. Dos universos… Eran dos fantasmas…

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